De la Pataconera a Bolivia
Si hay algo útil puede ser la famosa pataconera. Cuando veo este elemento culinario que en alto relieve dice: patacones, arepas, tortillas y empanadas me remite a esa delicia de productos “planos” que con un buen complemento son deliciosos y que he tenido oportunidad de conocer y disfrutar.
La tortillera da para mucho, y no se el porqué, pero me recordó la quinua de Bolivia, las tortas, sopas y todos los platos en los que este ingrediente es protagonista. Bolivia sería un paraíso para más de un vegano ya que la quinua es valorada por la FAO como un alimento que puede llegar a suplir la leche y la carne; además allí se producen dos variedades las cuales se subdividen en más de tres mil ecotipos (una misma especie que en ambientes diferentes tienen una expresión fenotípica distinta por la interacción de los genes con el medio ambiente). Así que miremos una buena receta de tortilla o arepa de quinua para hacerla en la pataconera y comerla “recién hechecita” como debe ser.
Hay una recomendación muy importante, la quinua debe lavarse muy bien en un colador para evitar que quede amarga y la proporción para cocerla es dos de agua por una de quinua. Una vez cocida mezclamos 1/2 taza de quinua, ¼ de taza de harina de maíz, ¼ de taza de agua y sal al gusto. Esta es una mezcla básica, pero de aquí en adelante podemos hacer maravillas… le podemos agregar un poco de queso parmesano, o unos tomates secos finamente picados o simplemente alguna especia que nos guste. Ya con la masa lista hacemos unas bolitas y para la pataconera. Tenemos listas las arepas que las doramos en uno de los sartenes de hierro fundido, con un poco de mantequilla y quedan espectaculares. La verdad, el hierro fundido para “dorar” estas arepas es distinto a todo.
Empiezo en la pataconera, sigo con una receta de arepa de quinua y no puedo dejar de recordar a Bolivia… que bonito país. El Titicaca y las increíbles y ya escasas balsas de totora, una planta que nace en las orillas húmedas del lago; y el salar de Uyuni con su blancura mágica y el infinito perfecto.
Un país de contrastes que se reflejan y viven en la cotidianidad. En su calendario folclórico tienen más de mil festividades, la más importante, y a la que espero ir algún día es el Carnaval de Ururo; “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” (Unesco). Un país lleno de arte popular y colores. Los textiles llenos de figuras complejas y mitológicas; el arte plumario, no solo importante en las festividades y rituales mágico-religiosos, sino que hace parte de la vida diaria. En la Colonia los españoles capacitaron a los indígenas en el bordado de imágenes religiosas, conocimiento que después aplicaron a los trajes de las danzas folclóricas. De la orfebrería recuerdo mucho los tupus… donde la punta muy afilada contrasta con la filigrana y hermoso trabajo del otro extremo; la cerámica, la talla en madera, los instrumentos musicales… interminable lista.
Bolivia país maravilloso digno de visitar no una, sino muchas veces; equivocada estaba una persona que con algo de arrogancia, -yo diría más bien ignorancia- dijo: “no digas que vas para Bolivia, di que vas a Suramérica…” que equivocada estaba.
Por: Mónica Restrepo Isaza